“¿Qué
tal si bailamos un rato?” Le dice Doña Tristeza a Don Infeliz. “Perfecto,
responde Don Infeliz, pongo a Leonard Cohen y echamos ese bailecito si prometes
leerme ese capítulo de Henry Miller antes de dormir.” “Lo haré susurrándotelo
al oído”, dice Doña Tristeza con cara de divertida infelicidad. “¡Ummh! Me
estoy excitando, cariño”, murmulla Don Infeliz mientras se manosea por ahí.
“Eso no es nada, replica
Doña Tristeza bailando tristemente en la penumbra, el otro día hablé con
Schopenhauer y tengo una sorpresa para ti.” Don Infeliz, ojiplatónico, traga
saliva. Ella sonríe taciturna. Él coge un cuchillo de la cocina. “¿Me corto las
venas, me las corto?” Grita. “No, cariño, concédeme este baile, eso ya lo
haremos juntos dentro de un rato. Los orgasmos me gustan al mismo tiempo, ya
sabes, que sean simultáneos.” “Sí, contesta Don Infeliz, a la vez mejor, es más
triste.” La música sonó y empezaron a bailar.La hora del rinoceronte es aquella en la que los humanos retozan al sol cerca de una charca donde refrescarse o bien contemplan la lluvia bajo algún árbol tupido de sábanas verdes. Se tocan unos a otros y se miran y se escuchan y se leen en ese instante mágico donde todo es propicio menos el trabajo y la obligación. La hora del rinoceronte es la hora de los humanos en peligro de extinción, el cobijo de los soñadores, el rincón de la procrastinación.
jueves, 14 de enero de 2016
A LA VEZ MEJOR
“¿Qué
tal si bailamos un rato?” Le dice Doña Tristeza a Don Infeliz. “Perfecto,
responde Don Infeliz, pongo a Leonard Cohen y echamos ese bailecito si prometes
leerme ese capítulo de Henry Miller antes de dormir.” “Lo haré susurrándotelo
al oído”, dice Doña Tristeza con cara de divertida infelicidad. “¡Ummh! Me
estoy excitando, cariño”, murmulla Don Infeliz mientras se manosea por ahí.
“Eso no es nada, replica
Doña Tristeza bailando tristemente en la penumbra, el otro día hablé con
Schopenhauer y tengo una sorpresa para ti.” Don Infeliz, ojiplatónico, traga
saliva. Ella sonríe taciturna. Él coge un cuchillo de la cocina. “¿Me corto las
venas, me las corto?” Grita. “No, cariño, concédeme este baile, eso ya lo
haremos juntos dentro de un rato. Los orgasmos me gustan al mismo tiempo, ya
sabes, que sean simultáneos.” “Sí, contesta Don Infeliz, a la vez mejor, es más
triste.” La música sonó y empezaron a bailar.
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