miércoles, 4 de noviembre de 2015

POCAS SETAS PARA LO QUE HA LLOVIDO



“Deberías trabajar la sociabilidad con tu hijo”, dijo levantando el follaje con una rama de pino. El niño andaba rezagado entre unos troncos caídos, jugando con un palo, su padre contaba las setas de un cesto y su amigo hacía como que las buscaba.
-Creo que nos vamos a tener que ir ya.- Dijo el padre mirando al cielo.
Unos nubarrones en el horizonte amenazaban rayos y vientos.
-Oscar, deja el palo. Nos vamos.
El niño no hizo caso.
-Oye, ¿qué te he dicho?
El pequeño Oscar había estado ausente durante toda la mañana gracias a ese palo. Lo había encontrado en el aparcamiento, justo en el momento de salir del coche y desde entonces había sido su bastón, su espada, su pértiga, su lanza, su pala, su vara para destruir la maleza, su tótem, su varita mágica y un sinfín de cosas más. Cuando llegaron al coche, su padre no se atrevió a quitárselo. Mientras tanto, se quedó con su amigo apoyado en el capó fumando un cigarrillo. El niño miraba la escena por la ventanilla agarrado a su palo. De vez en cuando limpiaba con la manga del jersey el vaho acumulado en el cristal para ver con claridad.
-¿No crees que lo tienes muy mal acostumbrado? Tienes que establecer límites, Luis. A tu hijo le falta autoestima. Tu mujer puede decir lo que quiera pero a este niño se lo comen en el colegio. Está atontado ¿Es que no lo ves? Se ha tirado toda la mañana con un palito, tío. ¿Entiendes? Tú y yo a la misma edad cazábamos lagartijas y las diseccionábamos. 
-Vaya. Y hacíamos tirachinas con los somieres que nos íbamos encontrando en la basura y construíamos cabañas y todo eso. Entonces había niños en la calle, muchos. De todas formas, ¿qué te importa? Y qué si está atontado, ya le dará hostias la vida.
-¿Cómo qué y qué? Mira, lo primero que he visto, y no te lo tomes a mal, es que tiene un problema con la autoridad. No te hace caso. Si no te hace caso a ti, imagínate a su profesor. Le falta brío, tío, un poco más de cojones, siempre está como ausente y todo le da miedo. ¿Has visto como se ha asustado cuando ha visto el saltamontes? Por favor, era un saltamontes, no era un cocodrilo, ni un oso, ni un elefante, era un saltamontes, un puto saltamontes inofensivo, Luis.
Tiró el cigarrillo a un charco y subió al coche. Su amigo se calentó las manos con su aliento y se quedó un buen rato contemplando la fina niebla que aparecía entre la retama.
-¿Subes?- Dijo el padre bajando la ventanilla.
El amigo se sentó en el asiento del copilo y el padre arrancó.
-Papá, tengo pipi.
-Pues sal y mea, hijo.
El chiquillo salió del coche con el palo en la mano y su padre apagó el motor.
-¡Tira el palo, Oscar! ¿O es que lo vas a subir a casa?
Pero el niño no hizo caso y a su amigo se le escapó una risita estúpida.
-Es ridículo.
-¿Qué?
-El niño juega con un palo, tío, es ridículo. Al menos, cómprale una Tablet ahora que te va bien y la puedes pagar. No es muy cara. Piensa que con tus prohibiciones tontas lo estás atrasando. Hoy día todos los niños aprenden con los nuevos soportes: pizarras táctiles, portátiles… Todo eso. No te digo que le compres un móvil, no; pero una Tablet no sabes lo educativa que es.
Oscar hizo un hueco con el palo entre los matorrales buscando el sitio ideal para orinar. Ellos lo miraban a través de la luna delantera que poco a poco se llenaba de gotas. El padre activó los parabrisas. La niebla se fue espesando y Oscar desapareció detrás de los arbustos.
-¿Qué tal las notas del colegio?
-Pocas setas para lo que ha llovido estos días.
-Joder, qué manera de escurrir el bulto.
-Mira, Armando, deja de tocarme los cojones. ¿Sabes cuál es el problema, el único problema que tiene mi hijo?
-No.
-¿No te lo has preguntado?- Hizo una pausa y le miró a los ojos fijamente.  
-No sé qué coño me tengo que preguntar.
-Llevamos aquí desde las siete de la mañana. ¿Verdad o no?
-Verdad.
-¿Se te ha ocurrido jugar con él?
Se hizo un silencio extraño, como de ascensor.
-Llevas razón. Espera, se me ocurrió algo. Verás qué divertido. ¿Puedo?- Dijo cogiendo de los asientos traseros una manta marrón llena de grasa y barro. El padre asintió con la cabeza.  
El amigo se puso la manta por encima y salió del coche. Justo a la altura del capó simuló ser un oso enseñando sus garras y afilados colmillos y se introdujo entre los arbustos.  
-¡Papá, papá!- Gritó el niño al cabo de unos segundos.  
Su padre salió del coche y asomó la cabeza por el lugar. Oscar se hizo visible. Crepitó un rayo y el viento azotó el matorral inesperadamente. El chiquillo le dio el palo con la cara neutra, inexpresiva, y su padre lo limpió con mucho esmero. Cuando terminó, lo envolvió en la manta, lo puso en el maletero y se metieron en el coche.
-Papá, tira el palo, ¿o es que lo piensas subir a casa?
 El coche se fue alejando hasta perderse en la niebla.

1 comentario:

  1. menos mal que le dio con el palo, ya tenia ganas de darle uno yo. amigo pesado, el propagador de reglas, al igual que sus razones.
    salú

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