martes, 23 de junio de 2015

METAMORFOSIS



Nadaban despreocupados dos renacuajos en una charca. Se encontraron, se saludaron, charlaron un rato y se gustaron mucho. Ella era un poco más pequeña que él y se deslizaba por el musgo con mucha habilidad. Él era largo y torpe y solía enredarse en las algas que asomaban en la superficie. Pero ella siempre le ayudaba a salir. A cambio, él le hacía reír con sus ocurrencias y llenaba ese espacio de soledad que la charca por sí sola era incapaz de llenar. Y así transcurrieron los días y las noches hasta que una tarde, a la hora en que los mosquitos salen de paseo, se toparon con un sapo viejo y descolorido. Tenía una voz muy grave y un aro dorado en la nariz.
-¿Qué hacéis aquí?- Dijo de improviso.
-Nadamos.- Contestó la renacuaja.
El sapo se sentó. El agua le llegaba a la tripa. Miró a su alrededor y cogió una caña, la cortó y les miró a través de ella. Su expresión se tornó seria y sus enormes ojos se enrojecieron.
-Poco vais a nadar si os quedáis aquí.
-¿Qué quieres decir?- Repuso el renacuajo.
-Que la charca se seca. Nada más.  
La renacuaja, asustada, se agarró a su espigado compañero. Él trató de calmarla rozándole tiernamente la cara con la punta de su cola. El sapo retiró la caña de su ojo y sonrió.
-Si dejáis que os coja podréis salir de aquí.
-¿Y si nos comes?- Contestó el renacuajo.
Súbitamente la pareja de renacuajos se vio atrapada en las manoplas del sapo. Éste se introdujo la caña en la boca y depositó a la aterrorizada pareja en el extremo contrario. Infló los carrillos de aire, sopló con todas sus fuerzas y los renacuajos salieron despedidos, propulsados como si despegaran de una lanzadera espacial.
Atravesaron un bancal de mosquitos que deliberaban que tipo de sangre es más dulce, si la de los hombres o la de los niños. Subieron un poco más y toparon con una lechuza que reía a carcajadas. A medida que ascendían más secos estaban y más frío tenían. Se abrazaron con todas sus fuerzas y se juraron compañía eterna. Cuando quisieron darse cuenta habían ascendido más allá de las copas de los chopos y se soltaron. De repente, toda aquella sensación de desasosiego fue desapareciendo y comenzaron a disfrutar del vuelo. Era bonita aquella sensación a pesar de la sequedad y del viento y del zumbido de las hojas y del graznido de las urracas. Era un precioso viaje a algún sitio que daba igual e incluso tuvieron la sensación de estar volando y movieron sus colitas tratando de dirigir sus maniobras en el aire. Cuando más seguros se sentían y mejor lo estaban pasando, se precipitó el descenso. Bajaron con la misma intensidad con la que subieron hasta caer sobre un nenúfar agarrado a una enredadera. El impacto hizo que éste se soltara y flotara en la superficie de un hermoso y verde lago.
Navegaron sobre el nenúfar durante un buen rato. El renacuajo se puso nervioso. La renacuaja también. De repente, el agua se les antojaba peligrosa en comparación con el aire, al que habían comprendido e incluso admirado en aquel vuelo sobre las copas de los chopos. No querían mojarse y el nenúfar estaba a punto de hundirse. El agua mojaba ya las puntitas de sus colas. Él cogió dos ramitas que flotaban casualmente por ahí y las usó de remos. Se giró y miró a su enamorada con cara de perplejidad.
-Tienes patas.
-Y tú brazos, ¿no lo ves?
Él se miró, afirmó con la cabeza y remó más rápido hasta que llegaron a la orilla. El renacuajo ayudó a la renacuaja a tocar tierra y se sentaron en el fango. Guardaron silencio mientras el nenúfar se alejaba para juntarse con otros nenúfares en el centro del lago.
-Tengo hambre, querido.
-Yo también.-Contestó, todavía fatigado por el esfuerzo.
De improviso, una nube negra de mosquitos se abalanzó sobre ellos. Ella sacó la lengua y un buen puñado de ellos se quedaron enganchados en la punta. Cuando el renacuajo se giró para mirarla, la renacuaja ya se los había tragado.
-¿Qué haces?- Preguntó el renacuajo con cara de espanto.
-No están mal.
Una mosca sobrevoló la nariz del renacuajo. La renacuaja sonrió. Él sacó la lengua y la mosca desapareció.
-Llevas razón, querida. No están mal. Supongo.
El lago se tragó al sol. Croaron.


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