Nadaban
despreocupados dos renacuajos en una charca. Se encontraron, se saludaron,
charlaron un rato y se gustaron mucho. Ella era un poco más pequeña que él y se
deslizaba por el musgo con mucha habilidad. Él era largo y torpe y solía
enredarse en las algas que asomaban en la superficie. Pero ella siempre le
ayudaba a salir. A cambio, él le hacía reír con sus ocurrencias y llenaba ese
espacio de soledad que la charca por sí sola era incapaz de llenar. Y así
transcurrieron los días y las noches hasta que una tarde, a la hora en que los
mosquitos salen de paseo, se toparon con un sapo viejo y descolorido. Tenía una
voz muy grave y un aro dorado en la nariz.
-¿Qué
hacéis aquí?- Dijo de improviso.
-Nadamos.-
Contestó la renacuaja.
El
sapo se sentó. El agua le llegaba a la tripa. Miró a su alrededor y cogió una
caña, la cortó y les miró a través de ella. Su expresión se tornó seria y sus
enormes ojos se enrojecieron.
-Poco
vais a nadar si os quedáis aquí.
-¿Qué
quieres decir?- Repuso el renacuajo.
-Que
la charca se seca. Nada más.
La
renacuaja, asustada, se agarró a su espigado compañero. Él trató de calmarla
rozándole tiernamente la cara con la punta de su cola. El sapo retiró la caña
de su ojo y sonrió.
-Si
dejáis que os coja podréis salir de aquí.
-¿Y
si nos comes?- Contestó el renacuajo.
Súbitamente
la pareja de renacuajos se vio atrapada en las manoplas del sapo. Éste se
introdujo la caña en la boca y depositó a la aterrorizada pareja en el extremo
contrario. Infló los carrillos de aire, sopló con todas sus fuerzas y los
renacuajos salieron despedidos, propulsados como si despegaran de una lanzadera
espacial.
Atravesaron
un bancal de mosquitos que deliberaban que tipo de sangre es más dulce, si la
de los hombres o la de los niños. Subieron un poco más y toparon con una
lechuza que reía a carcajadas. A medida que ascendían más secos estaban y más
frío tenían. Se abrazaron con todas sus fuerzas y se juraron compañía eterna.
Cuando quisieron darse cuenta habían ascendido más allá de las copas de los
chopos y se soltaron. De repente, toda aquella sensación de desasosiego fue
desapareciendo y comenzaron a disfrutar del vuelo. Era bonita aquella sensación
a pesar de la sequedad y del viento y del zumbido de las hojas y del graznido
de las urracas. Era un precioso viaje a algún sitio que daba igual e incluso
tuvieron la sensación de estar volando y movieron sus colitas tratando de
dirigir sus maniobras en el aire. Cuando más seguros se sentían y mejor lo
estaban pasando, se precipitó el descenso. Bajaron con la misma intensidad con
la que subieron hasta caer sobre un nenúfar agarrado a una enredadera. El
impacto hizo que éste se soltara y flotara en la superficie de un hermoso y
verde lago.
Navegaron
sobre el nenúfar durante un buen rato. El renacuajo se puso nervioso. La
renacuaja también. De repente, el agua se les antojaba peligrosa en comparación
con el aire, al que habían comprendido e incluso admirado en aquel vuelo sobre
las copas de los chopos. No querían mojarse y el nenúfar estaba a punto de
hundirse. El agua mojaba ya las puntitas de sus colas. Él cogió dos ramitas que
flotaban casualmente por ahí y las usó de remos. Se giró y miró a su enamorada
con cara de perplejidad.
-Tienes
patas.
-Y
tú brazos, ¿no lo ves?
Él
se miró, afirmó con la cabeza y remó más rápido hasta que llegaron a la orilla.
El renacuajo ayudó a la renacuaja a tocar tierra y se sentaron en el fango.
Guardaron silencio mientras el nenúfar se alejaba para juntarse con otros
nenúfares en el centro del lago.
-Tengo
hambre, querido.
-Yo
también.-Contestó, todavía fatigado por el esfuerzo.
De
improviso, una nube negra de mosquitos se abalanzó sobre ellos. Ella sacó la
lengua y un buen puñado de ellos se quedaron enganchados en la punta. Cuando el
renacuajo se giró para mirarla, la renacuaja ya se los había tragado.
-¿Qué
haces?- Preguntó el renacuajo con cara de espanto.
-No
están mal.
Una
mosca sobrevoló la nariz del renacuajo. La renacuaja sonrió. Él sacó la lengua
y la mosca desapareció.
-Llevas
razón, querida. No están mal. Supongo.
El
lago se tragó al sol. Croaron.

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